En Abasolo antiguo, las mujeres solían caminar por las calles cargando canastos y cestas llenas de ropa, dirigiéndose hacia los lavaderos donde, por unos pesos, podían lavar sus prendas mientras charlaban y compartían los chismes más recientes.
Muchas de ellas acudían a los lavaderos de Don Daniel Negrete en el Ojo de Agua, a los de la barranca del Brinco del Diablo o a los de calle Lerdo, donde doña Casimira cobraba por el servicio.
Tantos recuerdos y anécdotas de esa época donde los problemas de agua no era tan alarmante como lo es en la actualidad.
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